25.5.11

Rayuela

  Toco tu boca, con un dedo toco el borde de tu boca, voy dibujándola como si saliera de mi mano, como si por primera vez tu boca se entreabriera, y me basta cerrar los ojos para deshacerlo todo y recomenzar, hago nacer cada vez la boca que deseo, la boca que mi mano elige y te dibuja en la cara, una boca elegida entre todas, con soberana libertad elegida por mí para dibujarla con mi mano por tu cara, y que por un azar que no busco comprender coincide exactamente con tu boca que sonríe por debajo de la que mi mano te dibuja.
   Me miras, de cerca me miras, cada vez más de cerca y entonces jugamos al cíclope, nos miramos cada vez más de cerca y nuestros ojos se agrandan, se acercan entre sí, se superponen y los cíclopes se miran, respirando confundidos, las bocas se encuentran y luchan tibiamente, mordiéndose con los labios, apoyando apenas la lengua en los dientes, jugando en sus recintos donde un aire pesado va y viene con un perfume viejo y un silencio. Entonces mis manos buscan hundirse en tu pelo, acariciar lentamente la profundidad de tu pelo mientras nos besamos como si tuviéramos la boca llena de flores o de peces, de movimientos vivos, de fragancia oscura. Y si nos mordemos el dolor es dulce, y si nos ahogamos en un breve y terrible absorber simultáneo del aliento, esa instantánea muerte es bella. Y hay una sola saliva y un solo sabor a fruta madura, y yo te siento temblar contra mí como una luna en el agua.

23.5.11

Seventeen

Oasis. Siempre. Esas cosas que necesito por razones que todavía no conozco. A veces conforme con la situación y otras veces invaden las desesperadas ganas de salir a buscar eso que hace falta, aunque no se quiera ver o por momentos se apague la necesidad... hace falta. Así como un 17. En realidad solo un 17. Cada Oasis nuevo (o no) trae números así a mi cabeza.
Es que cuando uno se ve en parte obligado a finalizar una situación, un momento o lo que fuere es cuando mas lo anhela. A todos nos pasa, excepto que se explore una satisfacción total. Supongo que solo existe por momentos. Y cada vez son mas las pruebas para sobrellevar la situación, hay que portarse bien, tenemos que ser conscientes. ¿Y si no tengo un carajo de consciencia? Y si prefiero que las cosas sean distintas, ¿Y si quiero lo blanco y lo negro? Lo podría tener... pero no. Aunque todo fuera como oro, espuma y terciopelo muchas cosas pasarían a ser frías, calculadas, insípidas. 
Lo dulce y lo salado, extremos. ¿Sabores? Que ironía.

22.5.11

22 de mayo... una promesa y una flor 

Lo bello y lo simple

Atmósfera es una palabra recurrente en Aristimuño. Dentro de su música ese aspecto es fundamental porque para él no es necesaria una buena letra, simplemente la música puede transmitir un estado de tristeza sin nombrarla. Nadie mejor que un anónimo visitante del blog del cantante para disparar una idea de qué se trata todo: Increíblemente simple, desaforadamente bella… tu música acompaña, reza uno de los mensajes posteados. Hay aquí una trampa: detrás de esa aparente simpleza hay algo más, “mi idea es que en el primer acercamiento la música suene simple, y una vez que pasan los días le empieces a escuchar más cosas”. A él no le cuesta mucho encontrar ese equilibrio porque, según explica, se enamora de las cosas simples y no se complica la vida. “El otro día hablé con mi hermana por teléfono y me dijo que estaba dibujando. Mi hermana tiene 25 años y estaba dibujando… y digo ¡wow! Esas cosas me enamoran, la gente por ahí va mas allá y no se da cuenta.”
En cierto punto él también acude a lo lúdico. Las canciones son para Aristimuño un juego porque con ellas puede jugar a ser todo, incluso cosas no reales: “Hay un tema nuevo que se llama Pluma, y yo soy como una pluma. Me encanta hacer canciones y me parece divertido, además, jugar con eso, con no ser un humano”. Y no sólo con eso. También hay un juego interno con sus discos; él los graba y a partir de la atmósfera que transmiten decide en qué estación del año van a salir. No por nada en Ese asunto de la ventana posa con un paraguas.

No tiene horarios ni muchas exigencias de la discográfica -Los años luz-, hace lo que más le gusta y le va bien. Se lo ve contento a Lisandro Aristimuño, y él no lo niega: “Lo que pasa es que soy un tipo feliz, me armo la vida que yo quiero. Elijo lo que soy, no me gusta algo y no lo hago porque soy muy frágil y hay cosas que me pegan mucho, entonces voy buscando caminos en donde me siento bien”. Y allá va Lisandro, transitando esos caminos que, por la distancia y por el tiempo, ya quedan bastante lejos de la Patagonia de sus canciones.