11.7.11

IV

Vestid a un espantapájaros con vuestro último traje y deteneos desnudos a su lado, ¿quién no saludaría antes al espantajo? Pasando el otro día por un maizal, muy cerca de una chaqueta y un sombrero puestos sobre un palo, reconocí en ellos al dueño del lugar, quien se me antojó tan sólo un poco más gastado por la intemperie que cuando lo vi por la última vez. He oído hablar también de un perro que ladraba a todo extraño que, vestido, se aproximase a la propiedad de su amo, pero que se mantenía fácilmente tranquilo en presencia de un merodeador desnudo. Sería interesante saber cuanto tiempo conservarían los hombres su rango relativo si fueran desprovistos de sus ropas. ¿Podríais, en tal caso, señalar de un grupo de personas civilizadas quiénes pertenecen a la clase más respetada? Dice la señora Pfeiffer que cuando en el curso de su viaje alrededor del mundo hubo llegado a la Rusia asiática, cerca ya de su país natal, sintió la necesidad de cambiar sus ropas de viaje por otras más apropiadas al acto de su presentación ante las autoridades. Ahora se encontraba en un país civilizado, donde la gente es juzgada por sus vestidos.