1.7.11

II

La naturaleza se adapta igual de bien a nuestras debilidades que a nuestra fuerza; de ahí que la incesante ansiedad de algunos tome forma de incurable enfermedad. Exageramos la importancia de nuestro trabajo, y sin embargo ¡Cuanto no dejamos de hacer! ¿Que ocurrirá si cayésemos enfermos? ¡Qué vigilantes somos!, constantemente determinados a no vivir por la fe, si podemos evitarlo. Permanecemos alerta todo el día, para  rezar nuestras plegarias con desgana por la noche antes de rendirnos a lo incierto. Así de estricta y sinceramente nos sentimos forzados a vivir, reverenciando nuestra vida y negando toda posibilidad de cambio. No hay otro camino, decimos, cuando en verdad hay tantos como radios a trazar desde un centro...